jueves, 11 de enero de 2018

95 años del descubrimiento de la tumba de Tutankamón

El pasado 30 de noviembre me publicaron en Diario de Navarra (Diario 2, páginas 68 y 69) un artículo recordando que en estas fechas se cumple el 95 aniversario de que Howard carter y Lord Carnarvon descubrieran la tumba de Tutankamón. Se puede descargar la noticia cliqueando sobre la imagen adjunta.
95 años de la tumba de Tutankamón
A continuación se incluye el texto íntegro del artículo, sin las modificaciones que en el periódico hicieron antes de publicarlo y con las imágenes originales.


El 4 de noviembre de 1922 Howard Carter descubría la tumba del faraón Tutankamón, en lo que sería uno de los hechos más importantes de la historia de la arqueología. Pocas fechas después, el día 29, se producía la apertura oficial del enterramiento y todo el mundo pudo conocer las maravillas que encontraron. Tres son los protagonistas principales de la historia: un faraón poco importante en la historia de Egipto llamado Tutankamón; lord Carnarvon, un acaudalado noble inglés, y el propio Carter. Se cumplen ahora 95 años de aquellos acontecimientos.

El Valle de los reyes a principios del siglo XX.
Postal alemana, 14x9 cms.
Colección particular Miguel Javier Guelbenzu Fernández.

Tutankamón fue uno de los mandatarios menos relevantes en el Egipto faraónico. Muy joven, con 9 años, había llegado al trono sustituyendo a un gobernante todavía hoy completamente desconocido, Semenejkara. Aunque tampoco se conoce demasiado sobre su reinado, seguramente no fue fácil. Su padre, Akhenatón, había cambiado la capital del país del Nilo llevándola de Tebas a la actual Tell el-Amarna, unos 350 kilómetros al norte. Además, obligó al pueblo a abandonar sus creencias en un numeroso panteón de dioses para dejarlo en uno único, Atón, lo que supuso para los egipcios una herejía insoportable. La labor fundamental de Tutankamón fue restaurar el culto primitivo y devolver la capitalidad a Tebas, la moderna Luxor. Poco más se sabe de su vida, era un joven enfermizo, y no participó en grandes batallas ni hizo levantar grandes templos. Tanto es así que Howard Carter llegó a manifestar que “podemos decir con certeza que lo único sobresaliente de su vida fue que murió y fue enterrado”. Falleció con aproximadamente con 18 años, probablemente por un accidente de carro. Pero su tumba apareció prácticamente intacta, con todos sus tesoros, lo que le hizo inmortal.

Howard Carter había nacido 9 de mayo de 1874 en Norfolk, una localidad al norte de Londres. Su padre Samuel, del que heredó sus cualidades artísticas, era un gran pintor, mientras que Martha, la madre, era un ama de casa de extremada pulcritud. Howard fue el menor de 11 hermanos, diez niños y una niña. De temperamento irritable y obstinado, y sin una educación académica adecuada desde muy joven se ganó la vida pintando acuarelas de animales. Eran muy buenas, lo que hizo que un egiptólogo de renombre, Percy E. Newberry, le llevara a Egipto con apenas 17 años con la misión de copiar imágenes de templos y tumbas. Pese a trabajar a las órdenes de los más afamados arqueólogos del momento, sir Flinders Petrie, el mejor de ellos llegó a afirmar que “el sr. Carter es un chico de buen natural, que tiene todo su interés puesto en la pintura y en la historia natural, pero no sirve para trabajar como excavador”. Por suerte, esos agoreros vaticinios no se cumplieron y tras varias campañas estudiando a los faraones en 1907 fue contratado por Lord Carnarvon.

George Edward Stanhope Molyneux Herbert, quinto conde de Carnarvon, vino al mundo el 26 de junio de 1866 en el castillo familiar de Highclere, en el que se grabaron las seis temporadas de la conocida serie televisiva Downton Abbey. Tras estudiar sin éxito en Eton y Cambridge pronto se aficionó a las carreras de caballos y a lo que entonces se le calificaba como un deporte infantil: el automovilismo. Casi todos los textos que se pueden leer sobre su figura señalan que un accidente de tráfico sufrido en Alemania en 1901 hizo que sus médicos le aconsejaran pasar los inviernos en Egipto. La realidad es otra, el percance aparece descrito en la prensa germana y británica el 28 de agosto de 1909. Así que Carnarvon, gran aficionado a la egiptología ya llevaba dos años apadrinando a Carter cuando sufrió el problema que le dejó muy delicado de salud. Desgraciadamente para ellos, pasó mucho tiempo sin que obtuvieran grandes logros. Por fin, en 1914 el noble se hizo con la concesión para excavar en el Valle de los Reyes, un inhóspito barranco desértico en el que a mediodía se llegan a superar los 50º, en el que ya se habían encontrado las tumbas de unos 60 faraones.

Entrada a la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes. Detrás aparece la montaña con forma de pirámide natural llamada El-Qurn, el Cuerno.
Fotografía Miguel Javier Guelbenzu Fernández, 15 julio de 2009.

Tutankamón no fue enterrado en una pirámide. Ese tipo de construcción era tan ostentosa que la convertía en una pancarta publicitaria que parecía decir a los saqueadores: aquí están encerrados los tesoros del faraón, venir a robarlos. Tutmosis I, un soberano que gobernó unos 250 años antes de rey Tut, decidió construirse una tumba enterrada bajo tierra en el citado Valle de los Reyes. Durante más de cuatro siglos sus sucesores hicieron lo mismo, aunque tampoco consiguieron que sus enterramientos no fueran desvalijados. Solo el hipogeo de Tutankamón permaneció casi intacto, sin que los ladrones vaciaran sus tesoros.

La máscara de Tutankamón, en la nueva exposición del Museo de El Cairo.
Fotografía: Diario de Navarra.


A Carter aparentemente no le resultó nada fácil encontrar la tumba del faraón niño, pese a que probablemente conocía con certeza su ubicación exacta, ya que estaba oculta por la cercana entrada del panteón de Ramsés VI. Durante cinco temporadas vaciaron de escombros el valle hasta llegar a la propia roca sin localizar nada relevante. Todo hacía pensar que el uadi estaba agotado, no quedaba nada por descubrir. Carnarvon ya había dedicado más de 25000 libras de la época y decidió que tras la sexta acabaría su aportación a la causa. Carter llegó a Luxor el 28 de octubre de 1922 octubre y tras preparar todo lo necesario reanudó las excavaciones el primero de noviembre. Tres días más tarde, el 4 de noviembre, Husein Abd el-Rassul, un niño egipcio perteneciente a la más famosa familia de ladrones de tumbas contratado para proveer agua a los trabajadores intentó apoyar la tinaja en la roca, pero topó con una losa pulida. Haciendo honor al significado de su apellido, el enviado, había dado con el primer escalón de los 16 que llevan a las cámaras sepulcrales de Tutankamón. Un telegrama dirigido a lord Carnarvon que decía “Por fin hemos hecho un maravilloso descubrimiento en el Valle. Magnífica tumba con sellos intactos. La hemos recubierto hasta su llegada. Enhorabuena” hizo partir al noble desde tierras británicas acompañado de su hija Evelyn. Llegaron a Egipto el 23 de noviembre para acercarse por primera vez a la cripta el 26. Carter hizo un pequeño agujero en la puerta sellada e introdujo una candela: “Al principio no podía ver nada ya que el aire caliente que escapaba de la cámara del tesoro hacía vacilar la llama de la vela. Pero luego, mis ojos se fueron acostumbrando a la luz. Los detalles del interior de la sala fueron emergiendo lentamente de la neblina: extraños animales, estatuas, y oro, por todas partes el brillo del oro”. Preguntado por Carnarvon sobre qué era lo que veía, su respuesta fue rotunda: “cosas maravillosas”. Ante tanto tesoro esa noche durmieron tan mal que al día siguiente no pudieron resistirse e hicieron un boquete para colocarse en las diferentes cámaras “sustrayendo” algunas piezas que no llevaban el nombre del faraón y que ahora se muestran en algunos museos, principalmente de Estados Unidos. La apertura oficial con la presencia de las autoridades egipcias se realizó el 29 de noviembre de 1922.

Máscara de Tutankamón en el Museo de El Cairo. Oro y piedras preciosas (lapislázuli, cornalina, turquesa…)
Fotografía Miguel Javier Guelbenzu Fernández, 14 de julio de 1988.

Carnarvon apenas pudo disfrutar de su triunfo. Un corte al afeitarse hizo que la picadura de mosquito en la mejilla se infectara produciéndole una septicemia que le llevó a la muerte postrado en una cama del hotel Savoy de El Cairo. “He oído su llamada y me preparo” comentó el lord a sus allegados poco antes de expirar en la madrugada del 5 de abril de 1923. En el mismo instante de su fallecimiento toda la ciudad de El Cairo sufrió un tremendo apagón y en Inglaterra Sussie, su perrita fox-terrier a la que le faltaba una pata dio un aullido y también murió. Para colmo de males, en las mismas fechas, un canario que siempre llevaba Carter consigo fue atacado por una cobra, uno de los animales protectores del faraón. Los rumores sobre una maldición se propagaron con rapidez.

Cabeza de Tutankamón del periodo de la herejía de Amarna. Museo Metropolitano de Nueva York.
Piedra caliza, 17x16x23 cms.
Fotografía Miguel Javier Guelbenzu Fernández, 9 de julio de 2017.

Howard Carter, poco hábil como negociador, se vio envuelto en las disputas con el gobierno egipcio sobre la pertenencia de todo lo encontrado durante los trabajos de excavación. Con posturas firmemente encontradas, cerró la tumba y durante un año viajó por todo el mundo, incluyendo Madrid, impartiendo conferencias sobre su descubrimiento. Por fin, tras entender las autoridades egipcias que nadie salvo Carter podría concluir los trabajos, se llegó a un acuerdo para que el británico retomara los trabajos un 25 de enero de 1925. Las excavaciones y las labores de conservación concluyeron en 1932 con el envío al Museo de El Cairo de las últimas piezas, incluyendo la famosa máscara funeraria elaborada en oro y piedras preciosas. Howard Carter se retiró a su casa de Londres, donde fallecería el 2 de marzo de 1939, a los 65 años de edad. Desde entonces permanece enterrado en Putney Vale, un cementerio a las afueras de Londres con una sencilla lápida que dice: “Que tu espíritu viva, que pases millones de años, tú que amas a Tebas, sentado con tu rostro al viento del norte, tus ojos contemplando la felicidad”.